martes, 8 de abril de 2014

El deseo en la piedra



  El deseo en la piedra
Luz, filtro de alabastro, frío.
Una columna central todo sustenta.
Restos polícromos antiquísimos.
Banalidad turística veloz.
Hubo sínodos, coronaciones.
Mantos de piel barrieron el suelo.
En la oscuridad del tiempo una doncella dejó de serlo.
Exangüe, un moribundo alcanzó la paz.
Corretean los niños entre los sepulcros.
Varias restauraciones, todo es mentira.
Capiteles didácticos, las bestias ya no copulan.
Puedes escuchar voces armoniosas y gritos.
Insignificante en medio de tantas calaveras.
No puedo apartar mis ojos de ella, educada y hermosa.
El vaho se desprende de mi boca y asciende en volutas.
¡Qué idioma, qué interés, qué inquietud!
Las espadas rozarían el suelo, marca del territorio.
Bodas, bautizos, comuniones, millones de fotos.
Algo liviano, frente a la reciedumbre primaria, arcos, elevación.
Su acompañante todo lo escruta y fotografía.
Pantocrátor sobre espigas o flores, geometría originaria.
La luz de un espléndido crepúsculo de invierno se filtra por el pórtico oeste.
En una minúscula nave absidal me ha inmovilizado entre su antebrazo y el muro.
Se escucha el murmullo monocorde del guía.
Me ha besado con urgencia, consciente del riesgo múltiple.
Bajo las lápidas del suelo yacen huesos de nobles secundarios.
Aún inmovilizado; ha despegado sus labios de los míos y me ha mirado ígnea. 

                                                                     Valladolid 8 de abril de 2014 
                                                                     Eduardo Izquierdo

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