domingo, 27 de abril de 2014

El mundo no se acaba, CHARLES SIMIC


Poesía
Vaso Roto Poesía
2013
158 páginas


Había leído poemas sueltos de Simic, y no había conseguido captar mi atención del todo; he necesitado leer este volumen para poder empezar a entender y a saborear su poesía. En realidad los textos que componen este libro, están escritos en una especie de prosa poética; se trata de textos cortos, sorprendentes, con imágenes impactantes, y con una sonoridad tremenda (en inglés). Algunas de las referencias no he llegado a entenderlas totalmente, pero sí otras que me han encantado. A veces el autor adopta puntos de vista de objetos, o animales, o ironiza profundamente sobre la obviedad de algunos dichos o lugares comunes. El resultado es que cada poema me iba resultando asombroso. Desde el inicio con una Europa en llamas por la devastación de la guerra, hasta la locura final del libro, en el que el sueño es recreado con muy pocas frases en poemas que son relatos en sí mismos, mundos reconocibles en los que uno puede dejar volar la imaginación o sobresaltarse cuando comprende lo terrorífico de la situación. Ideas kafkianas, trastornos, paranoias, el mundo opuesto al amor.
Demasiadas escenas, demasiados puntos de vista, para abarcarlos globalmente. A veces he sentido la necesidad de leer los poemas en versión original, en voz alta, dejar que los sonidos penetrasen en mi mente, releerlos varias veces para que fuesen calando lentamente. Me ha asustado, o perturbado, o inquietado muchas imágenes; me han hecho ver mi entorno desde otros puntos de vista. Decenas de historias posibles con economía de palabras y de escenas explícitas. Uno debe encontrar sus propias continuaciones.
Me ha gustado mucho ir desgranando dos o tres poemas diarios por la mañana, pero también me alegro de haber terminado el libro.







martes, 8 de abril de 2014

El deseo en la piedra



  El deseo en la piedra
Luz, filtro de alabastro, frío.
Una columna central todo sustenta.
Restos polícromos antiquísimos.
Banalidad turística veloz.
Hubo sínodos, coronaciones.
Mantos de piel barrieron el suelo.
En la oscuridad del tiempo una doncella dejó de serlo.
Exangüe, un moribundo alcanzó la paz.
Corretean los niños entre los sepulcros.
Varias restauraciones, todo es mentira.
Capiteles didácticos, las bestias ya no copulan.
Puedes escuchar voces armoniosas y gritos.
Insignificante en medio de tantas calaveras.
No puedo apartar mis ojos de ella, educada y hermosa.
El vaho se desprende de mi boca y asciende en volutas.
¡Qué idioma, qué interés, qué inquietud!
Las espadas rozarían el suelo, marca del territorio.
Bodas, bautizos, comuniones, millones de fotos.
Algo liviano, frente a la reciedumbre primaria, arcos, elevación.
Su acompañante todo lo escruta y fotografía.
Pantocrátor sobre espigas o flores, geometría originaria.
La luz de un espléndido crepúsculo de invierno se filtra por el pórtico oeste.
En una minúscula nave absidal me ha inmovilizado entre su antebrazo y el muro.
Se escucha el murmullo monocorde del guía.
Me ha besado con urgencia, consciente del riesgo múltiple.
Bajo las lápidas del suelo yacen huesos de nobles secundarios.
Aún inmovilizado; ha despegado sus labios de los míos y me ha mirado ígnea. 

                                                                     Valladolid 8 de abril de 2014 
                                                                     Eduardo Izquierdo