jueves, 31 de octubre de 2013

ENIGMAS Y DESPEDIDAS, Juan Luis Panero

POESÍA
TUSQUETS
1999
72 páginas

 Ultimo libro de este escritor, recientemente fallecido. Se trata de una pequeña colección de poemas de carácter fatalista, en los que presagia su final, pero con muchas pequeñas y gratas sorpresas. El escritor habla del mundo, de sus viajes, de sus amores, de su memoria aún intacta de tiempos y mundos que ya no existen, con melancolía, con presagios de una muerte que aún tardaría catorce años en llegar, pero que presentía con segura certeza. Una mezcla de vivencias y de literatura, convertidas las primeras en lo segundo por mor de la magia del poeta.
Los recuerdos borrados y asegurados a la vez por el tiempo, la añoranza de cuerpos, amistades quebradas por la muerte de sus amigos, de lugares que ya no existen, o no existen como eran, llenan las tres partes en que se divide este poemario: Humo al atardecer con 10 poemas, El destino y los sueños con 4 poemas y los 10 poemas finales de Documentos de la melancolía. En estos poemas finales he encontrado los mejores versos, aunque todo el libro me ha gustado mucho; lo he leído despacito durante dos semanas, asimilando la voz de Juan Luis Panero, penetrando en su estilo de apariencia simple, muy trabajado, sin nada que no sea absolutamente necesario en cada poema. Finalmente, no me resisto a dejar aquí los primeros versos del poema titulado Una visión:
La blanca piel de tu culo inmóvil
sobre las blancas sábanas arrugadas
y el repetido y gris amanecer
en el cuarto de un hotel de París.



martes, 22 de octubre de 2013

Portadas de libros

Desde hace años, tengo pequeñas montañas de libros, bien recién adquiridos, bien en cola de lectura, algunos de ellos ya empezados, en varios lugares estratégicos de la casa. Puedo reconocer sus portadas con apenas un leve vistazo, recordar lo que leeré en los meses siguientes (esto no es cierto del todo, siempre se cuela alguna novedad o surge alguna inquietud nueva que me lleva a tal o cual libro), pero algunos de ellos están en esas pilas de libros porque sus portadas me gustaron, por los colores sabiamente elegidos, por las fotografías o los dibujos, en realidad por lo que prometen (que no siempre se corresponde con lo que al final resultan ser). Para mí esos libros personalizan mi espacio, lo dotan de vida, de promesas, me hacen reconocible el sitio donde vivo, aunque a veces también me causan desazón: cuando uno de esos libros lleva ahí demasiado tiempo sin que haya sido capaz de ponerme a leerlo, me desasosiega, querría ya haberlo leído, porque a veces me falta el tiempo, la voluntad o la energía para ir renovando esas pequeñas montañas, para ir leyendo lo que durante tantos días he anhelado. 
Mucho tiempo después de haber leído (o desechado) uno de esos libros, aún lo reconocería de un mínimo golpe de vista, sabría la editorial, el autor, el título, y si me he fijado bastante, sabría quién hizo la portada.

sábado, 19 de octubre de 2013

Retazos de conversaciones

Llevo unos días pensando en la cantidad inusual de trozos de conversaciones que escucho (escucho y desecho inmediatamente), trozos que normalmente no tienen sentido, pero de los que podría inferirse con imaginación el resto de la conversación, o crear un relato a partir de ellos, una ficción cuya espoleta hubiera sido esa conversación. Por ejemplo he escuchado una frase ya comenzada al subir una escalera: "...me gusta más que la leche..."; de ahí puede uno imaginar qué es lo que le gustaba, y sobre que pivotaba toda la argumentación de lo que estaba tratando de expresar.
En otro momento, a través de la ventanilla del coche mientras circulaba, escuché: "Pero es que estaba encoñada con él..."; esa frase es casi un microrrelato en sí misma.
Normalmente cuando la gente se descuida más es hablando por teléfono en lugares públicos; entonces uno puede escuchar trozos más largos de conversación, incluso puede apreciar el tono del emisor y de ahí inferir la relación que guarda con el receptor incógnito.
Otra situación en la que suelo escuchar fragmentos de conversaciones que apenas me interesan es en el parque infantil, grupos de papás y mamás que intercambian entre ellos opiniones, o comentarios sobre otros niños o sobre terceros papás o mamás. El parque es el teatro del mundo. Allí uno puede escuchar también cualquier cosa.

LA CASA DEL POEMA, José Manuel de la Huerga

POESÍA
DIFÁCIL
2005
97 Páginas


 Magnífico poema de José Manuel de la Huerga, ilustrado por Rafael Vega (Sansón), en una edición muy cuidada, un lujo para la palabra, que se extiende a lo largo de unas 90 páginas con frases cortas y punzantes que van penetrando en el espíritu del lector como una cuña, mostrándole un paisaje de niñez en el páramo leonés, mezclado con el misterio de un regreso y una partida.
Empecé a leerlo sin saber qué era, pensando en que se trataba de varios poemas sueltos con alguna conexión temática o temporal, y mi primera sorpresa fue encontrarme con un poema extenso en el que pude contemplar mi infancia en un pueblo diferente del allí descrito, pero asimilable en muchas metáforas. Página a página fui capaz de recrear el ambiente que el autor quería mostrarnos, y todo el misterio concentrado en alguien muy próximo al protagonista, alguien que a la manera de un indiano llega a unas vidas diferentes en un territorio conocido, alguien con un halo de melancolía como si estuviera viviendo sus últimos días o no tuviera más remedio que irse de la misma forma misteriosa con la que había aparecido.
Cuando pude leerlo todo casi de un tirón, el poema me dejó emocionado; pensé de inmediato en cómo habría sido el proceso escritor, y tuve claro que lo fundamental fue una idea, una idea magnífica de un lugar y un tiempo del que el autor seguramente sienta nostalgia, un tiempo que funde muchos tiempos ya pretéritos antes del imparable avance de la modernidad que tanto cambió los paisajes y a las gentes que los habitaban. Después, sólo después, con tiempo, saldrían mezclados recuerdos vividos, relatos de sus mayores, sensaciones que quedan cuando nada queda, y sobre todo la capacidad para habitar una casa vieja y dotarla de vida, mucha vida, toda la que cabe en la infancia rememorada.