sábado, 18 de agosto de 2012

SONATAS, Ramón del Valle-Inclán

¡Qué lenguaje más envolvente! Estas cuatro Sonatas que escribió Valle-Inclán hace más de un siglo, publicadas a lo largo de cuatro años (1902-1905), narran fragmentos amorosos de las memorias ficticias del Marqués de Bradomín, un noble carlista del siglo XIX, enamoradizo, culto y fogoso en cuatro momentos diferentes de su vida que tienen que ver con las cuatro estaciones del título. Magnífica la ambientación en cada una de ellas, y la relación entre el amor y la muerte (Eros-Tánatos), en medio del un lenguaje cuidado y sublime que no te deja indiferente. Quizás la que más me ha gustado es la Sonata de Estío, ambientada en México en la que una aventurero y aún joven Marqués va en busca de aventuras y de asegurar un Mayorazgo fundado por un antepasado suyo, y se encuentra con la imagen de una sacerdotisa Maya convertida en una hermosa criolla llamada la Niña Chole. De esta Sonata extraigo dos perlas, dos aseveraciones que me han llamado especialmente la atención, puestas en boca de Xavier (Marqués de Bradomín): "sólo dos cosas han permanecido siempre arcanas para mí: el amor por los efebos y la música de ese teutón que llaman Wagner." 
La segunda de las citas es la frase final que me parece fantástica: "Desde entonces compadezco a los desgraciados que, engañados por una mujer, se consumen sin volver a besarla. Para ellos será eternamente un misterio la exaltación gloriosa de la carne".



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