miércoles, 22 de febrero de 2012

J.Edgar Hoover

Siempre Clint Eastwood me fascina, hace una película diferente, toca temas difíciles que hacen pensar mucho. En esta nueva obra planea yendo y viniendo por toda una vida (la de J. Edgar Hoover) adelante y atrás en flashback, dejando sueltas algunas cuestiones que no terminan de resolverse. J. Edgar Hoover fue el primer director de lo que ahora es el FBI, y estuvo al frente casi 48 años, acumulando un poder enorme ("la información es poder"), incluso por encima de los 8 presidentes bajo cuyo mandato siguió dirigiendo la Oficina de Información. En la película se destacan dos asuntos sobre todo: la homosexualidad de Edgar, sublimada a lo largo de toda su vida, y la gran ascendencia que ejercía su madre sobre él. La vida descrita de J. Edagar (encarnado en la pantalla por Leonardo Di Caprio) es triste, basada en el trabajo, sin apenas nada fuera de él. Allí estaban las dos personas importantes en su vida: su secretaria (Naomi Watts en la pantalla) y su subdirector Clyde Tolson. Los tres se dedicaron en cuerpo y alma  a su trabajo de desarrollo y fortalecimiento del FBI. Existen muchas críticas a la actuación de este hombre en demasiados asuntos: asesinato de JFK, de su hermano Robert, asesinato de Martin Luther King, caza de brujas, persecución a Walter Oppenheimer,...
En general la película me gustó mucho, por lo que muestra y por lo que sugiere, aunque no terminó de gustarme el montaje final. Hay escenas construidas con detalle (un desfile presidencial por ejemplo del que sólo se muestran 5 segundos de metraje) para apenas significar nada, y hay épocas sobre las que no se habla, aunque la escena final sobre el encuentro de Tolson con Edgar (ya cadaver) en su habitación es muy emotiva y muy sugerente de los trozos vitales no mostrados. 
Toda la película me hizo meditar sobre las patologías ocultas en muchos de nuestros dirigentes, o de quienes acumulan y ejercen algún tipo de poder, sobre la naturaleza del poder, sobre las relaciones sublimadas, ocultadas, entre las personas, con el fin de lograr objetivos de dignidad personal, o de dignidad laboral o simplemente para dejar un legado tras de sí.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Cinco minutos: Mujer con sombrero negro

Intentar comprender en cinco minutos una obra de arte, pararte delante, observar todo cuanto puedes, intentar penetrar en el cuadro, buscar singularidades, leer y releer el título, las vicisitudes de la vida del pintor, la edad que tenía cuando lo pintó, quién fue su musa o su modelo, si consiguió esa mirada casualmente o realmente era lo que deseaba, alejarte del cuadro para que la mezcla de colores en tu retina se produzca de forma eficiente, comprender que esos ojos se parecen a otros conocidos o amados, comprender el juego de luces que utiliza el pintor, poco a poco dejar que tu mente se empape de todo, considerar el instante único en el que sólo hay ese cuadro, el rojo de los labios de la mujer, la elegancia de su chal verde, el sombrero negro que da título al cuadro de Kees van Dongen. Anotar un comentario en el folleto de la exposición para poder revisarlo con calma y saber de antemano el placer que esa búsqueda de información suplementaria en Internet te va a proporcionar.
Apenas sabía nada de este pintor holandés, y el cuadro fue un inesperado regalo. Volví a él cuatro veces pues los cinco minutos de concentración no fueron suficientes. ¿Cuánto tardaría en pintarlo?, ¿por qué lo haría?, y sobre todo ¿quién era ella?