miércoles, 27 de abril de 2011

Equilibrio

A veces lo que nos sustenta vitalmente es muy frágil y parece que va a romperse; pensamos sin embargo que eso no pasará nunca, que los tránsitos son difíciles, que tiene que acontecer algo inusual y por supuesto reconocible para que dejemos de existir. Sin embargo, cada poco tiempo observamos que eso no es así, que hay mucha gente que deja de respirar sin darse cuenta, sin saber nada, sin darle tiempo a nada, quizás porque no estaban atentos a los avisos o porque no querían escucharlos, o porque en realidad no estaban en condiciones de razonar o de seguir la lógica de esos avisos. Todo esto hace que reflexionemos y nos angustiemos por la zozobra que produce en nosotros una muerte cercana, siempre inesperada, siempre inoportuna. Lo cuál provoca aún más el desequilibrio, la falta de claridad de las ideas, el desorden en las rutinas, pero sobre todo afecta al estado de ánimo, a la energía que eres capaz de extraer de ti mismo. Todos los fines se vuelven difusos, poco importantes en sí mismos, todas las alegrías son replanteadas y la vida deja de funcionar como un todo para convertirse en una suma de actos, la mayoría dolorosos o poco placenteros. Sin embargo, el descanso, la aparición de alguna sorpresa agradable, la presencia de compañías deseadas puede volver a equilibrar nuestra percepción vital y a conjurar el potencial peligro de deriva que avistábamos.