miércoles, 17 de noviembre de 2010

Travesuras de la niña mala

Acabo de terminar de leer este libro de Vargas Llosa, elegido a raíz de la concesión del premio Nobel a éste autor hace unas semanas. Me ha gustado la escritura, me ha emocionado en algún instante, aunque veo una estructura novelística muy clásica detrás de todo, demasiadas coincidencias en un mundo en el que los personajes no tienen tantos recursos como para considerarlo global, demasiada simetría en algunos momentos, aunque la imaginación es fantástica. Todo estaba muy organizado, todo seguía un patrón altamente determinado, muy trabajado por el autor. Algunas escenas se me han quedado en la cabeza, como la del japonés voyeur y me han suscitado ideas curiosas sobre la condición humana, sobre la potencia de la conjunción de voluntades para engañar o excluir a alguien, sobre el vacío de algunas vidas después de todo. Quiero no obstante seguir leyendo a este autor de lenguaje muy especial, muy adaptado a sus personajes. He creído ver (como tantas veces) a un alter ego del autor en el personaje principal, hasta cierto punto, cogiendo rasgos de aquí y de allá, aunque distanciándose claramente de él en algunos momentos, pero emitiendo juicios morales muy propios de Vargas Llosa. Resumiendo, libro muy recomendable para conocer la literatura del nuevo Nobel.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El placer de conducir

He observado durante la conducción diaria, cómo determinados condutores (sobre todo hombres) llevan una cara de satisfacción tremenda, apoyados en el respaldo con delectación mientras a una velocidad no demasiado alta circulan por la autovía. No hace falta que lleven automoviles espectaculares, de hecho suelen ser bastante normalitos, incluso tirando a un poco antiguos, eso sí, pulcros, limpísimos, cuidados hasta el hartazgo. Para sus dueños esos coches son su posesión más preciada. Ni tan siquiera van admirando el paisje, tan lleno de colores en estos días soleados de noviembre, ni a los otros conductores; van hieráticos en sus asientos, sintiendo la potencia del coche (siempre excesiva cuando se compara con otros automóviles que condujeron en el pasado), el sonido, las pequeñas o grandes vibraciones que produce el motor, sintiéndose los mejores conductores de la carretera, los hombres más felices del mundo, dueños de una tecnología que cualquiera de sus antepasados no habría ni siquiera soñado. ¡Qué felicidad! En realidad los anuncios de coches de lujo en televisión tienen razón: ¡El placer de conducir!.