jueves, 30 de octubre de 2008

Poesía

El estado de ánimo de cada día lo puede dar el libro que has estado leyendo, o las canciones que has estado escuchando, o las noticias del día, pero creo que un poema o una sucesión de ellos nos puede cambiar nuestra percepción momentánea del mundo de forma más intensa que cualquier otra cosa. La mayoría de la gente hoy no lee poemas, de hecho el concepto de poema que poseen se reduce a lo que les enseñaron en la escuela en su momento, y cuando la enseñanza se produjo en un sistema educativo de hace 30 años o más, había poetas que no existían oficialmente (los mejores sin duda) y la poesía era rimada y ceñida a los cánones más ortodoxos y a los temas más banales, más inocuos. Sin embargo con la llegada de la democracia y de una libertad más amplia de elección, empezamos a conocer los poemas que podían cambiar el mundo, que contenían en su seno todas las indisciplinas, todas las irreverencias, todas las prohibiciones, sensaciones que nunca habíamos soñado. Claro que a veces no son fáciles de leer, no son fáciles de entender, en general puede decirse que hace falta una cierta cultura y una cierta educación para poder acceder a ellos, para poder disfrutarlos. Es todo un mundo acceder a la poesía. Para los no iniciados la pregunta sería ¿por dónde comenzar?, ¿qué leer?. Es muy difícil de responder, pues los gustos de las personas son muy variados, es como la música clásica, a cada cual le gusta un compositor o varios. Yo personalmente me inclino por Haendel y Tchaicovski. En poseía es casi más complicado pues depende del estado de ánimo. En fin, recomiendo algo muy popular como los Cuadernos de Nueva York de José Hierro para empezar.

lunes, 27 de octubre de 2008

Objetos

Cada uno de los pequeños objetos que nos rodean, que conservamos o que hemos perdido en otras casas, en otros mundos suelen ser fuentes enormes de información y de memoria. Aquél lo compramos en Venecia, en una mañana soleada de primavera, después de un agotamiento tremendo de tanto ir y venir, de tanta belleza, de tanto huir de las manadas de turistas (como nosotros mismos por cierto); éste otro es un objeto artesano adquirido un invierno de soledad, un sujetalibros de bronce precioso; ése de ahí me lo regalaron cuando cambié de trabajo y me recuerda a los compañeros de tantos años; y así cada uno de los objetos que hay en nuestra casa forma parte de nuestra historia, la personal y la de pareja o familia. Algunos objetos se heredan de generación en generación, adquiriendo un valor añadido emocional. Sucede también con los libros, con los poemas que uno escribe pensando que para nada sirven o que son el fruto de un desahogo o de una necesidad y a veces son más precisos y preciosos que un diario personal. Y sin embargo la memoria nos traiciona con algunos objetos, aunque no siempre; en el momento más inesperado salta una chispa de claridad en la que recordamos sensaciones, aunque no detalles, algo así como lo que queda cuando todo se ha olvidado, eso que nos hace ser tan nosotros, que nos define un poco, que nos hace únicos para nosotros mismos y tal vez para nuestra pareja o nuestros allegados.
Hay sin embargo objetos que detestamos porque nos suponen un dolor insoportable, o un recuerdo amargo, o una traición, o la presencia de alguien que ya no está entre nosotros (no necesariamente difunto, sino olvidado, desterrado) y que conservamos sin saber muy bien porqué, salvo porque somos inteligentes y no exclusivamente hedonistas, y nos nutrimos de dolor y de recuerdos tristes tanto como de alegría y placer en un equilibrio sumamente inestable. Todos los objetos que nos rodean nos hacen un poco más nosotros, un poco más nuestro pasado. Un poco más nuestro futuro.

viernes, 17 de octubre de 2008

Revistas (I)

Somos en parte prisioneros de las opiniones que leemos en fuentes diversas; algunas nos influyen más que otras (no desdeño en absoluto lo que vemos en televisión u oímos en la radio, pero hoy quiero referirme sobre todo a lo que leemos). Considero que algunas revistas son más fiables, al menos aplicando algún tipo de lógica, que la prensa diaria. Ya hemos visto sobradamente ejemplos de cómo la prensa es inexacta, por no decir abiertamente que miente en beneficio de sus ideas. A veces en nuestro fuero interno justificamos esas versiones por la premura, por el riesgo que suponen ciertas informaciones, aunque personalmente no olvido cuando un medio es "cazado" en una mentira, igual que no olvido (cuándo es demostrado) que un escritor ha plagiado a otro. Quizás parece que las revistas de tirada semanal, mensual o trimestral, (me refiero a revistas científicas o de divulgación, e incluso a los suplementos dominicales de los periódicos) contienen informaciones más reposadas, más revisadas, más contrastadas, sin la premura en las colaboraciones que poseen las aportadas a los diarios. Además algunas suelen contener informaciones de gran calidad que son imposibles de obtener por otros medios. Personalmente me influyen mucho en mi percepción del mundo. Recibo tres o cuatro revistas que son para mí una fuente de información primordial en sus aspectos científicos. Luego es verdad que no puedo dedicarles tanto tiempo como me gustaría, pero aún así, cuando un tema me interesa verdaderamente, hago todo lo posible por ir un poco más allá, buscando libros sobre el tema e información adicional en Internet. Creo que esto de las revistas es un salto de calidad con respecto a las informaciones fáciles, muy manidas, llenas de lugares comunes, simplificadas hasta la náusea que vemos o escuchamos cada día. Quizás de nuevo estas informaciones no son para cualquiera. Por poner un ejemplo no científico en el sentido en el que todos pensamos: no hace mucho me encontré un artículo estupendo en Revista de Política Exterior sobre el Irán de los ayatolás, su estructura de gobierno y de poder, compleja y diferente de las democracias occidentales, no exenta de algún componente democrático, pero no tal y como lo entendemos nosotros, lleno de matices y de todas una gama de grises impresionante, absolutamente diferente de ese blanco o negro que nos llega desde todas partes como un bombardeo incesante. La realidad es mucho más compleja que cualquiera de las apariencias de realidad que percibimos habitualmente.

jueves, 9 de octubre de 2008

Hipocondria

Ayer tras un encuentro fortuito con un antiguo compañero de trabajo reforcé mi idea de que toda la alegría vital está dentro de un mismo, en la capacidad para buscar ilusiones, para conservar la máxima energía posible que permitan las circunstancias, para lanzar botellas de naufrago al mar insondable y esperar a que alguna sea recogida por alguien que pueda rescatarnos momentáneamente. Este hombre es un hipocondriaco de libro desde que yo lo conozco hace más de 10 años. Siempre espera que le va a pasar algo malo: no viaja porque le puede dar un ataque de algo (no importa qué) en cualquier momento, se dedica según él (tras su jubilación) a pasear e ir a visitar médicos. Se diría que se desilusiona cuando avanza el tiempo y no le acontece ninguna de esas cosas terribles que él imaginaba, y entonces se dedica a construir nuevos temores, basados en achaques (¿quién no tiene alguno cada día?) o en sospechas o en lecturas. Creo que en la cara se le ha instlado ya un rictus de desprecio por la vida. ¿Qué puede llegar a producir todo esto?. Hay quien tras muchos reveses sufridos en sus carnes pasea optimista por la vida, apreciando cada instante de calma, de ausencia de dolor, hay quien reniega de la vida sin haber pasado graves penalidades. Nuestro cerebro es tremendo y no suele haber recetas generales, para vivir mejor, salvo las que recomienda cualquiera: ejercicio, vida sana, ausencia de preocupaciones (más allá de las inevitables), viajar sin prisa, observar, conversar. La idea de un entrenador personal que nos ayude a hacer cosas que no somos capaces de hacer solos es un descubrimiento de los últimos años, y creo que puede funcionar en muchos casos. Tu pareja (caso de existir) puede hacer esta labor y a la vez puede beneficiarse de tu ayuda. Esta receta-ley, es una de las más antiguas del mundo.

jueves, 2 de octubre de 2008

Una biografía literaria

A propósito de un libro de Juan Benet así titulado, Una biografía literaria, he reflexionado acerca de la gran influencia que tienen o han tenido en cada uno de nosotros las lecturas que hemos realizado. Es una pregunta interesante que podemos hacernos: ¿qué libro o libros o autor o autores consideramos que han influido más en nuestra vida, o en nuestro pensamiento, o en nuestra percepción de la realidad?. ¿Es posible que podamos definirnos a través de los libros que hemos leído, o que nos han gustado?. Esto topa con un problema de fondo: hay quien no lee o ha leído nada y está a expensas de lo que las personas de su entorno han leído. Otros consideran que el cine es más rápido y tiene un lenguaje menos complicado que la literatura. En fin, hay quien desprecia el cine y la literatura y cree que no necesita nada de eso para tener una idea clara de todo lo que se cuece a su alrededor. A fin de cuentas durante la mayor parte de la historia de la humanidad muy pocas personas han tenido libros a su alcance.
¿Acaso pueden definir más a una persona sus lecturas que sus viajes?, por poner otro ejemplo. Personalmente, creo que depende mucho de las personas, pero en algunos casos sí que creo que a través de sus lecturas, de sus gustos, de lo que les gustaría leer puede alcanzarse un grado de definición de su visión de la realidad bastante satisfactorio.