miércoles, 2 de julio de 2008

Estampas cotiodianas

He visto demoler esta mañana un colegio con los árboles que lo rodeaban. Se trata de convertir una estructura caduca en otra más moderna, más preparada para la docencia. ¿Cuántas veces se han destruido cosas, se han añorado, se han modificado?. El mundo sigue. Pronto olvidamos cómo era y fijamos nuestra atención en otras cosas: decenas de trabajadoras impecables, guapas, esbeltas, poco cualificadas, dirigiéndose desde todas las direcciones al centro comercial quince minutos antes de su apertura. Un gran engaño, un salario, la envidia de quienes no tienen trabajo, la vida ordenada y marcada por los horarios terribles, con leves pizcas de algo diferente en domingo o en vacaciones en los que se gasta lo ahorrado. Algunos privilegiados pueden elegir su estilo de vida, mas siempre condicionado antes o después por imponderables no elegidos.
Un ave rapaz permanecía inmóvil en lo alto de los cables del tendido eléctrico; dudé si estaba muerto, electrocutado, como tantas veces, pero no, se movió para mi alivio. Mis estampas cotidianas de los días sucesivos no serán ya estas por la mañana. Nada volverá a ser igual. Tal vez sea mejor.

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