lunes, 5 de mayo de 2008

Aspecto

Hemos desarrollado en nuestra sociedad el arte del disfraz en la vida cotidiana, como forma de escondernos, no sé si de nuestros miedos más ancestrales, o de la opinión de los demás, esa que decimos siempre que no nos importa, pero a la que va dirigido nuestro atuendo diario. Desde lo que la mayoría consideramos un disfraz imitador de no se sabe qué de nuestros adolescentes cuando desaforadamente pululan por las calles y los antros los sábados por la tarde, hasta la persona mayor disfrazada de deportista, pasando por todo tipo de señores trajeados para su oficio, que nada más llegar a casa o al fin de semana se convierten en chandaleros. La verdad es que no debe ser por comodidad que vestimos así, porque al llegar a casa, la mayoría de nosotros sí que nos ponemos cómodos, y en vacaciones también cambiamos nuestro estilo de vestir por algo cómodo, adaptado al lugar (?) y a las circunstancias. En fin, que considero que todos nos disfrazamos un poco, y nos molestamos o nos enorgullecemos cuando alguien denuesta o alaba nuestra indumentaria, que hemos elegido con dinero y poco esfuerzo las más de las veces.

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