jueves, 3 de abril de 2008

Nacimiento de un bebé

Casi tres meses después de que haya nacido mi hijo quiero dejar constancia de algunas cosas que he ido descubriendo, que seguramente al resto de los mortales que hayan pasado por esta experiencia no les resultarán novedosas. La primera es que no sentí una vinculación especial con él nada más nacer, pero poco a poco me doy cuenta de que la voy adquiriendo, pero muy poco a poco. La segunda es que durante un tiempo me he sentido bastante egoísta respecto a él: no estaba dispuesto a hacer demasiados cambios en mi vida ante la llegada del bebé, pero esto creo que tiene también que ver con una filosofía educativa que consiste en no hacer al bebé el centro de tu mundo. La tercera es que he sentido que son en realidad los gestos que hace el bebé y que en particular te hace a ti, es decir en cierto modo las atenciones que te dispensa, las que al final hacen que sientas una debilidad especial por el personajillo. Eso debe ser una pura adaptación de supervivencia, casi ajena a cualquier cultura. Hay que ser muy duro de mollera para no sentirse impresionado ante la velocidad de los cambios en el niño, y muy duro de corazón para no "ablandarse" ante la colección de gesticulaciones de que es capaz. Tengo la vaga sensación de felicidad sin entrar en detalles, pero no una felicidad obligada por el cumplimiento de un deseo tan largo tiempo esperado, sino una nebulosa en la que muchas cosas han dejado de ser importantes. También me está ayudando a conocerme un poco más en aspectos en los que nunca había reparado.

1 comentario:

Emi. (firstem@gmail.com) dijo...

Felicidades. Me alegro que todo vaya fenomenal.Con los hijos cambia mucho la vida y se perfeciona uno en muchas facetas de la vida.Todavía te esperan muchas sorpresas y alegrías.
Un saludo.Emiliano