martes, 22 de abril de 2008

Bosque de acero

Ayer, mientras paseaba con el bebé me dediqué a observar una de las consecuencias de la tan cacareada remodelación de la Avenida de Salamanca, y esa contemplación me hizo pensar en la vida tan volcada en el consumo, en los impuestos indirectos, en la publicidad invasora, en las comisiones por doquier sin que puedas fiarte de nadie: en un pequeño espacio con forma de media luna, en principio dedicada a jardín, en una esquina de un puente sobre el río, con una vista magnífica desde la carretera, se han plantado 27 árboles y se ha sembrado de césped. A continuación se han colocado nada menos que 18 postes metálicos para sostener carteles publicitarios enormes que ocultan toda la vista del río al tiempo que distraen a los automovilistas. Es terrible la ocupación de espacios urbanos por mobiliario destinado a la publicidad. ¿Dónde van todos esos ingresos?, ¿se gastan en las propias obras?, ¿estos anuncios son efectivos en nuestra sociedad?, ¿provocan algún tipo de accidente?. Desde luego dan la sensación a la entrada de la ciudad de que se descuida el ambiente, el paisaje, de que se hace fea la ciudad nada más entrar, justo en un espacio que debiera ser un escaparate turístico. En fin, que la perfección no existe.

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