viernes, 30 de noviembre de 2007

Niebla por fin

Hace un frío de mil demonios, frío seco y con una niebla atroz, como corresponde a la mejor tradición vallisoletana. Da gusto pasear por la mañana sobre montones de hojas secas, sintiendo la niebla a flor de piel, abrigado hasta más no poder, contemplando la belleza difuminada del paisaje cotidiano. Hay menos gente que de costumbre por las calles, aún así me he encontrado grupos de dos o tres personas charlando, exponiendo sus problemas (seguramente no menores, quien más y quien menos tiene algún quebradero de cabeza real o inventado), desafiando al frío de la mañana. Me descubro pensando según avanzo que hoy es el último viernes de noviembre, el día en el que los matemáticos celebramos San Bourbaki: recuerdo otras mañanas de frío intenso aligerado por un orujo ritual a las 8 de la mañana en la Chichivina, entre cánticos forofos e irreverentes. Tal vez los actuales alumnos de la licenciatura de matemáticas sigan con esa tradición. He recordado que nosotros seguiremos celebrándolo esta noche como cada año, más maduros, más conversadores, menos bebedores.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

La navaja de afeitar

Una mano sostiene la navaja que te rasura después de tantos días la barba tupida, algo que debió de ser cotidiano en otra época, no tan lejana, la época de los abuelos, en los que una o dos veces por semana pasaban rigurosamente por la barbería, en la que compartían chismes, noticias, información, esa que tanto escaseaba. Sentir la navaja tan cerca del gaznate, saber que estás en las manos de quien la sostiene, escuchar el sonido seco del rasurar, saber que al salir de la peluquería tu imagen será diferente, como diferente eres tú cada día que pasa.
La profesión ha caído en desuso, como otras tantas que han expirado tras el triunfo de la tecnología. Me ha dado por pensar en cómo se afeitarían los hombres antiguos, en toda época y lugar, de forma muy precaria supongo. Hasta no hace muchos siglos serían pocos quienes tuvieran el privilegio de poder mostrar su cara lampiña, si es que esto era un privilegio. Luego supongo que quien más quien menos, por cuestiones de moda se hacía afeitar o comenzaba a poder afeitarse a sí mismo; conseguir una navaja de afeitar fiable, y afilarla no debió ser fácil en algunas épocas; puedo suponer que sería un símbolo de estatus social el ir siempre con la barbilla reluciente. En todo caso es todo un símbolo hoy tanto dejarse barba como ir siempre perfectamente rasurado y un placer el que de tiempo en tiempo puedan afeitarte, dedicar media hora a que con toda la calma del mundo (imposible de otro modo) un barbero, una barbera en este caso te pase la navaja por la cara confiando en ella.

viernes, 23 de noviembre de 2007

El Arte del Placer

¡Qué difícil es encontrar una voz, dotar a un personaje de esa voz, construir una novela, una gran novela con ese personaje como protagonista, y a partir de ahí expresar todo el conocimiento acumulado a lo largo de una vida!.
Goliarda Sapienza lo ha conseguido en "El Arte del Placer", una novela al margen de la ética imperante, la novela de una vida, y una voz muy personal en el personaje de la protagonista Modesta, al tiempo que muestra el desarrollo histórico, político y social de Sicilia en el siglo XX.
Quizás sea la forma de desahogarse o soltar el lastre de todas las experiencias y el conocimiento, de una forma novelada, inventada, exprimida en la ficción, no necesariamente real, todas las fantasías, los intervalos, los personajes secundarios con sus propias voces, siempre alejados del punto de vista "canónico" de la protagonista. Por momentos, nos convence de su ética (dos asesinatos cuasi justificados en aras de la supervivencia de la protagonista, un matrimonio de conveniencia con un discapacitado psíquico), al superponer a todo esto su oposición frontal al ascenso del fascismo, acompañado de una apertura mental en la educación de cuantos niños es capaz de acoger en su casa. Durante toda la novela el disfrute sosegado de todos los placeres se impone a cualquier consideración, pero lo que más me ha gustado, es la consideración del lector como persona inteligente que supone la autora a través de elipsis, de diálogos sorprendentes en los que se insinúa lo acontecido. En fin, un libro muy recomendable para mentes abiertas.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Reconocimiento Social

Hoy he leído un artículo sobre las enfermedades mentales degenerativas, y sobre la probabilidad de padecerlas en un futuro; me ha llamado la atención, algo que parece de sentido común, pero que raras veces nos paramos a pensar: tienen menos probabilidades de padecerlas quienes tienen más vida social, quienes se han dedicado a pensar y a leer, quienes practican un ejercicio físico moderado de una forma regular. Parece lógico, pero quería incidir en el tema de las relaciones sociales: en evolución se dice frecuentemente que la supervivencia de nuestra especie en competencia con otras en el pasado, se debió, entre otros factores no menos importantes, a la capacidad para tejer redes sociales de nuestra especie, a través del lenguaje y de la capacidad para comunicarnos entre nosotros. Es un factor importante que a menudo descuidamos, o sólo nos dedicamos a él de forma innata, sin contemplar su importancia desde éste punto de vista egoísta o evolucionista. Parece claro que a todos nos agrada el reconocimiento social, lo que no está tan claro es cuánto esfuerzo podemos o queremos dedicarle a ello. ¿Cuánto tiempo dedicamos en nuestro trabajo (de forma consciente o inconsciente) a forjar lazos sociales, cuánto tiempo podemos dedicar a nuestros amigos a diario?.
Hoy en día con las nuevas formas de comunicación virtual todo este tipo de comunicación es mucho más sencillo, más ágil, es posible estar en contacto con muchos más amigos al cabo del día, pero ¿será eso igual de beneficioso para nuestro cerebro?.