lunes, 18 de junio de 2007

Leer un periódico

Hay muchos tipos de periódicos, algunos con más enjundia que otros, y eso sí, cada uno con su estructura, y su forma de lectura que requiere más o menos concentración. Yo la mayor parte de los días leo El País, después de muchos años de leer el Norte de Castilla. Éste, que era el periódico que leía en casa de mis padres cuando era niño y adolescente, me llevaba apenas media hora para verlo de cabo a rabo, o eso al menos era lo que yo creía, porque entonces empezaba siempre por los deportes, y apenas me detenía en la política, y casi nunca en la política exterior. Eso empezó a interesarme muchos años después. Ahora tengo cogida la medida y la estructura al diario que leo, y cuando por cualquier cuestión cambio de cabecera me cuesta trabajo comprender cómo está organizada. Creo que como todo el mundo, tengo un ritual para leer este periódico; depende del día de la semana, pero casi siempre empiezo por la columna del final, de la contraportada. Cuando escribía Eduardo Haro en la penúltima página, allá que me iba directamente. Quizás lo que más me interesa de todo el periódico son los artículos de opinión en las páginas centrales, pero pienso siempre que empezar por ahí el periódico, es destrozarlo, así es que a veces, tras la contraportada, continúo desde el final, con una sensación hermosa de llevar la contraria que tanto me gusta. Otras veces no, me voy al principio, a leer la sección de internacional que siempre se elabora en este diario con un gran despliegue de medios. De hecho este fue mi gran descubrimiento, empezar a leer la letra pequeña de esos artículos y descubrir que atesoraban una gran cantidad de información, y sobre todo, una enorme calidad. Aún así la estrella es para mí la zona de opinión y los editoriales, y como no, el chiste de Forges, siempre dando el tono de cuanto ocurre alrededor.

jueves, 7 de junio de 2007

Llega el calor

Sin apenas darnos cuenta, en una transición suave, hemos pasado a salir de casa en manga corta por las mañanas. Cambia el paisaje humano, las tiendas por la tarde hierven de gente que busca una prenda diferente para ponerse, eso los que no han sido previsores, pues ahora la moda se anticipa casi tanto en los comercios como en las pasarelas, y cuando en realidad llega el momento de ponerte al día en cuanto a ropa se refiere, no encuentras apenas nada, pues todo el género está arrasado y sólo quedan tallas que no se venden por extremas, o colores o modelos que la gente no ha querido adquirir, bien por su precio (las menos veces), bien por su estética.
A mí el dilema se me planteó hace un par de días, cuando saqué la ropa del tiempo cálido, los polos, los pantalones claros y ligeros (todavía me resisto a sacar las sandalias, hasta el cuarenta de mayo al menos): cuáles estaban en condiciones de ser usados, y cuales serían condenados al ostracismo. No son siempre los más antiguos lo que antes desechas, algunas prendas tienen un magnetismo especial o un significado especial, que te hace que año tras año los vayas usando. Sin embargo, no me decido a comprarme nada, seguro como estoy de que a lo largo del verano irán cayendo cosas, como sin proponérmelo.

viernes, 1 de junio de 2007

Música en la mañana

Parece difícil encontrarse a alguien andando por la calle que no vaya escuchando música con sus cascos, sobre todo en la mañana, cuando acudes al trabajo. Aunque tal vez presuponer que se escucha música es demasiado suponer. Habrá quien escuche algún programa de radio, o un archivo de idiomas. Yo suelo ir escuchando ópera, pero a veces, necesito un volumen que no puede ser sano para los oídos, dado que el ruido de los coches lo abarca todo. Debe haber una cierta relación entre lo que se escucha y el optimismo de la mañana, o las sonrisas que aparecen en la cara de las personas mientras avanzan en silencio, con apariencia de autómatas, a veces con una cadencia proporcionada por la escucha. De hecho, yo elijo una música al salir de casa, acorde con mi estado de ánimo, o con lo que yo pueda prever que necesito en ese momento, al igual que eliges un libro u otro dependiendo del momento, en una relación circular en la que el estado de ánimo y la elección literaria se retroalimentan mutuamente. Aunque entra dentro de la esfera de lo privado, me gustaría saber que va escuchando la gente con la que me cruzo por la mañana. Todavía no se ha incorporado el tema a las conversaciones estándar, como sí lo han hecho las lecturas, o las películas que uno ha visto o ha dejado de ver. Algún día.