miércoles, 16 de mayo de 2007

Fumando en la mañana

He contemplado según iba a trabajar a varias mujeres, que tras dejar a sus criaturas en el colegio, se sacaban un cigarrillo, y disfrutaban de la primera calada, como si fuera su primera bocanada de aire de la mañana. Las he contemplado con un aire a la vez entre compasivo y envidioso. Compasivo porque hoy en día quien no ha dejado de fumar, sabe que la calidad de su vida disminuirá de todas formas, antes o después, esto es, todo el mundo, salvo muerte prematura, acaba lamentando los largos años de cigarro tras cigarro. Esto es una verdad asumida en nuestro mundo occidental tecnologizado. Envidioso, porque he visto caras de placer, poses de película, la sensación increíble de acceder a lo prohibido, a lo no recomendado, el placer de acercarse "al lado oscuro de la fuerza". Yo mientras tanto escuchaba un Don Giovanni repetido en el último año muchas veces, tanto, que me resulta muy, muy familiar, hasta el punto de preguntarme cómo he podido estar 37 años sin escuchar esta divina música. También he sonreído a la mañana al escuchar una determinada aria de esta ópera, como si quisiera inhalar todo el aire fresco de golpe. Es primavera lozana.

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