martes, 24 de abril de 2007

Primavera

Pura naturaleza, verde, acuosa, resplandeciente. Hemos subido montañas, vadeado ríos, sesteado en prados de hierba y flores, una especie de huida de la ciudad, del ruido de coches, de la contaminación, de los semáforos, de la vista uniforme con velo gris que empaña los edificios. Parece que uno vuelve con ánimos renovados tras ese contacto con la naturaleza tan espectacular. Luego pensando, veo que eso que buscamos desesperadamente los fines de semana para alejarnos del trabajo, de las rutinas, de las sensaciones diarias, está ahí, a tiro de piedra, a unos pocos kilómetros. Pero somos incapaces de verlo, de disfrutarlo, de liberarnos de las ataduras de cada día. Te das cuenta de que cargas la importancia de las cosas en aquello que no debieras, de que todo es demasiado falso, tal vez imitativo, y de que no te satisface en absoluto. O quizás todo esto es sólo un pensamiento utópico, y si todos los días pudiéramos disfrutar de lo que hemos disfrutado este fin de semana, nos acabaríamos hartando de ello, y lo encontraríamos vacuo y banal. ¿Quien sabe?.

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